decires


“El búho de Minerva despliega sus alas al anochecer”, decía Hegel. “Nunca fuimos más libres que durante la ocupación”, decía Sartre. “El hombre es la medida de todas las cosas”, decía Protágoras. “Atreverse a realizar un individuo, no tal o cual, sino éste aislado ante Dios, solo en la inmensidad de su esfuerzo y su responsabilidad”, decía Kierkegaard. “¿Será posible? Este santo varón, metido ahí en su bosque, ¡no ha oído aun que Dios ha muerto!”, decía Nietzsche. “Lo bello es difícil”, decía Platón.

vida y otras cuestiones


La pradera se inquieta por el atardecer y por el paso del tren. Las personas huyen de los pórticos en busca de amor, de aventura y de esperanza. Los sembradíos son inmensos en esta época. Se puede sentir el aroma del pasto recién cortado y el sonido de las naranjas y los duraznos cuando caen al suelo. Las mujeres cuidan del jardín, los hombres llegan del trabajo saludando al tiempo, los chicos juegan en la vida. Los poetas meláncolicos se despiertan de la siesta tarde y son acariciados por las palabras. Luego, salen al mundo.

el filosofito de la libertad y la existencia



deconstructing me


Ando por las calles porque quiero entender mi forma de caminar. En el cuerpo llevo un abrazo, un beso y una forma de ver el mundo. Nada más. Recibo postales de las tardes de otoño, leo en el rostro de las personas la alienación cotidiana (soy uno de ellos, no lo niego) y vago por la ciudad de la nada. Discurro por las calles como el lenguaje en el pensamiento; desordenado, tomo atajos, construyo líneas de fuga, me inscribo, me voy por la tangente, me deconstruyo en mis (limitados) escritos, me multiplico en reglones, me desaliño, “soy lo que no soy” y “no soy lo que soy”, corro para quedarme en el mismo lugar; y por las noches me tumbo en cualquier lugar, a respirar, a pensar, a ver de cuánta libertad soy capaz.

tristecidio


Nadie lo vio venir, pero era el Tristecidio. Confundido con la bruma de la ciudad, metido entre la gente, se colaba por todos lados. Venía y traía finales tristes para las historias de amor. Los amantes huían al amanecer y los enamorados caminaban sigilosos por las grandes avenidas.

La vida es hermosa pero tenemos muchas historias tristes que contar. Yo me sé algunas. Grandes y pequeñas. Fueron muy bonitas. Son las mujeres las que hacen que valga la pena. Por ellas estamos acá, por ellas escribimos, por ellas esperamos, por ellas podemos disfrutar el sonido de la lluvia.
Hoy estoy triste, pero no tengan piedad de mí. Sólo soy otro hombre que intenta ser libre y feliz.

amanecer



Amanece lentamente. Ya nunca es tarde. El cielo rojo tiene una fuerza extraña para los pocos que lo contemplan a esas horas. Las miradas se encuentran, se piensan, se abrazan. El sol, poco a poco, se hace más nítido y le da el color a las cosas del mundo. Las sombras se hacen más pequeñas y huyen a la espera de la noche. Amanece lentamente, hermoso como siempre.