Esas cosas invisibles


Siempre recuerdo Una sombra ya pronto serás, la novela de Osvaldo Soriano.
Una novela metáfora, como todas.

Todo transcurre en caminos rurales de la provincia de Buenos Aires. Lejos de lo lineal, todos los personajes y caminos son sinuosos. Un personaje es más perdedor que otro.

El protagonista no tiene nombre. Sus compañeros eventuales de aventuras viven del apagado fulgor de lo que alguna vez fueron.

Lo que siempre me quedó de Una sombra... es aquella frase: No sabía a dónde iba, pero quería entender mi manera de viajar. Verdadero enunciado existencial. Todo se trata de caminos y recorridos. El protagonista está cansado de llevarse puesto. Una patria que no tiene horizonte, solo caminos que se pierden y quedan en la nada.


En el tango que le da nombre a la novela, la sombra es el pasado, que es siempre irrecuperable. Estoy bastante con ese tema, hace unos años. No lo converso mucho con nadie. La quimera de guardar todo esto que uno vive, recuperar atmósferas, vivencias, los ritmos de cada uno. Anduve pensando mucho en las biografías. O, como le escribí a un amigo, en las bio-grafías. Las vidas que se escriben. Al fin y al cabo, lo que quedará de ellas son palabras propias o de otros. 


Dónde va lo común, lo de todos los días, cantaba el trovador. Las vidas se van en las grandes fotos, graduaciones, bautismos, cumpleaños. Pero lo que las hace funcionar es invisible a los biógrafos. Ésas figuras que haces con papeles y dejás en cualquier lado, formas de tararear, los chistes malos, mi viejo yendo al fondo de la casa con sus cosas de pesca mientras escucha una milonga, las conversaciones con mi vieja, los miles de hojas y cuadernos que escribe Lucía, el desorden, el niño. 

Cómo hacemos todas esas cosas invisibles. Y nada más.