ahora
ahora que estamos más solos,
ahora que los amigos se viven yendo a otros lados,
y ahora, que es instante,
y no está más
La Luna
1 Hubo un tiempo en que los seres del Blog del fondo de la calle elegían La Luna para pasar el final de su jornada. Bar pintoresco y avejentado, la Luna supo reunir entre sus mesas a L.P., gran intelectual amante de la música y de los clásicos de la literatura; a La Mujer que Hablaba del Amor, que iba allí a contar sus penas y aciertos de amor; a Marlowe que pasaba y tomaba una copa rápido, ya que andaba siempre al acecho de peligrosos hombres oscuros.
2 La Luna había ganado fama por ser el bar que atraía a todos los poetas de la geografía porteña, que buscaban inspirarse entre sus paredes descascaradas y mozos hinchas de Atlanta. Hoy en día, si uno pasa por Warnes y, pongamos por caso, pregunta por L.P., los parroquianos fingen no conocerlo e, incluso, niegan con cierta virulencia que en aquellas mesas se halla escrito alguna vez un verso triste.
caminos
A dónde van a parar las penas de amor.
Quién unió la tristeza y el fondo de los bares.
Piensa en nosotros aquella chica que vimos una vez en un lugar.
A dónde van a parar los que miramos.
A dónde vamos nosotros.
El rumbo es tan incierto como el sentido.
Estará en seguir y no en llegar.
Los faros, las noches de luna, la próxima palabra que escribiremos.
Allá vamos.
lunas de papel
Se maravilló con la luz que entraba por la ventana. Era la luna una figura que alumbraba por gracia de otro. Le gustaba mirar a las mujeres de rostros pálidos y pensamientos tristes al abrigo nocturno. Le gustaba sentir sus amores y dolores. Se dejaba llevar por los sentires de esos otros seres. Un día se dio cuenta que la noche estaba oscura. No había luna. Fue entonces cuando tomó papel y lápiz y empezó a dibujar pequeñas y grandes lunas. En cada papel había una luna diferente. Se abrigó y salió a la calle a repartir lunas entre la gente que caminaba por ahí.
Atahualpa por Kevin Johansen
El audio no es de lo mejor (fue grabado por mi humilde mp3), pero estuvo realmente bueno. que lo disfruten!!!!
Atahualpa por Kevin Johansen
como palabras
ella, hoy
medanos de sal
En vida construyó médanos de sal y faros con luciérnagas. En invierno iba a visitar a los Payasos Tristes, y volvía con bolsas de caramelos y versos que lo hacían llorar en el colectivo. Conoció el amor y sus costumbres: las miradas, las cartas de amor eterno, los desencuentros, los besos robados en las calles oscuras.
Hoy sólo recuerda, cuenta exageradas historias de juventud y visita los sueños de propios y extraños.
dichos
En la estación...
viajero
El hombre emprende nuevo viaje, es el movimiento su fin, es el destino su norte; a pesar de que sabe que no hay fines ni destinos y que siempre nos estamos yendo a otra parte (somos nuestra forma de huir). Sin embargo los inventa, se justifica un poco en un mundo de dioses muertos y de seres absurdos. Los recuerdos del viaje van en postales, cartas, escritos de circunstancia. Su nombre es el de cualquiera, su patria es la infancia, su presente la inmensa soledad.
Causas y azares
Era un hombre de la noche, que caminaba por callecitas solitarias y leía en la barra de los bares del centro. Llevaba el ceño fruncido y un cigarrillo negro colgando de su boca; ésa era la máscara que había construido durante años.
Desengañado y huraño, sólo supo cosechar amores turbios y huidizos. Una rubia platino, una traición y la irremediable resignación de un amor imposible.
Siempre al borde del cinismo, siempre al borde de cierto romanticismo, Marlowe no puede dejar de buscar causas perdidas, como los amores, como el destino de los hombres buenos.
historia de amor eterno
Se encontraban al borde la noche. Se amaban, se viajaban, se disfrutaban con sus formas. Luego hubo una ruptura. Quizás él se fue. Ella lloró por las noches, leyó poesía barata, revisitó viejas comedias románticas.
Se encontraron en septiembre, él llevaba la mirada cansada, ella pedía gritos besos por las noches. Caminaron lo suficiente para ponerse al día.
Al alba, se prometieron amor eterno.
Nunca más se volvieron a ver desde aquella vez.
Marlowe
El Sr. Marlowe llegó temprano aquel día al bar del fondo de la calle. Era esa rubia de nuevo, según dijo. Tomó un whisky con soda y leyó el diario del día. Después se fue a sentar contra una de las ventanas y allí pasó largo rato fumando y tomando una copa de vino. Creo que leía un pequeño libro de poesía, quizás era de Pessoa o de Vallejo.
Salió del bar cerca de la medianoche, cuando las calles estaban humedecidas, las alcantarillas respiraban vapor y los hombres de la calle intentaban conciliar el sueño.
otra mujer de este mundo
Si hubiesen visto la manera que tenía de besar por las noches. Se dejaba abrazar en las reconciliaciones e interpretaba canciones que desconocía.
Aprendió a llorar una tarde en una plaza de las afueras. Un muchacho que había querido la abandonaba sin mucho pesar.
a ti que te lo haces
A lo lejos, en la calle, improvisa un verso triste; es de noche, pero nadie percibe la importancia cósmica de este hecho; de que ese hombre, a lo lejos, improvisa un verso triste; también silba bajo, extraña mucho y compra postales porteñas que arrumba en cajones de madera; improvisa un verso en la calle, todos ignoran este hecho o, piensa el hombre, disimulan para no quebrantar el orden de lo establecido.
Y así sigue la vida, uno pasa, como de costumbre, ojea los libros en Corrientes, entra al bar aquel a tomar un café con leche con medialunas y se va caminando por alguna callecita mientras cae otro atardecer en el mundo.