Lejos
Aprovechaba a sentarse en la vereda en la época que los veranos eran largos. Entre siete y ocho de la tardecita abría toda la casa y se sentaba en la puerta con la radio. Como no había teléfonos, la realidad, a esa hora, ya quedaba lejos.
El sol tardaba en caer en el sudeste bonaerense. El boletín policial de Radio Tres Arroyos se perdía en los fondos de la casa en penumbras. La cuadra era un desierto. Todos estaban en Claromecó. Mi viejo sacaba la mesa al patio y, si daba, se hacía algún churrasco. El calor y todas las luces apagadas lo encontraban de noche mirando Jesús María.
En aquellos veranos, el mundo nos daba el lujo de languidecer mirando las estrellas.
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