cuando sale a caminar por jardines crepusculares, todo se transforma a su alrededor


Hoy lo vi triste, llevaba esa libretita donde anota todo lo que se le ocurre (después no termina usando nada de lo que escribe); quería tener, me dijo, la luna espejada en el agua, una amante secreta, historias para contar antes de ir a dormir.
Después se fue a algún parque crepuscular; a imitar los serios, a martirizar a las casadas con galanteos de otros tiempos, a hacerse veranos en los inviernos, a reinventar palabras.
Mirá, ahí anda, es el que camina lagrimeando y cagándose de risa de todo.

1 comentario:

despojada dijo...

esas palabras que no se las lleva el viento sino que se pudren en el papel que se amarillea. ¿quién no las escribió alguna vez?
cariños