Entonces miró el cadáver y
fijó en su mente su rostro. Dos días le llevó averiguar el móvil:
no debía haber visto esa entrega secreta. Después, pensó un plan
simple. Se le aparecería en la noche al detective del caso. Durante
dos meses llevó a cabo la tarea, que resultó infructuosa, aquel
viejo detective descreía de las pistas que le daban los fantasmas.
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