Días de caza




Frente al espejo. La fritura de la radio se escuchaba de fondo. Pensaba en la memoria. Era un gran refugio del presente en el presente.
Lo actual era una poesía cruel. Convenía andar sin pensar mucho.
Volvía al espejo. La voz mi padre que me había contado la historia del viejo Pototo Cejas.
Gordo, morocho, bigotes negros. Jubilado ferroviario que gastaba sus últimos tiros entre la pesca y la caza entre los caminos rurales. Mi viejo decía que era muy mentiroso, pero por los cuentos parece que tenía muchos recursos para contar cosas.
Salían los domingos a cazar en los campos del sudeste bonaerense. Mi viejo le avisaba los viernes que el domingo salían. Pototo encargaba un matambre en Anselmo. Lo adobaba con mucho ajo y lo dejaba listo para los domingos de caza. No llevaba leña. Para el asado usaban bosta de vaca seca y cardo castilla seco.
Creo que porque no tenía mucha plata, Pototo usaba cartuchos Copetonas. Por ahí venían muy húmedos, así que antes de salir a cazar los ponía un rato en el horno. Ese día probablemente no cazara nada. Gatillaría en vano. Los cartuchos Copetonas eran muy fuleros.
Fue sereno en lo de Sabatini-Alfini, ahí lo conoció mi viejo.
A veces pienso que estas cosas si no las registro, si no las cuento de alguna forma se van a perder. Es un poco una ilusión.


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