
los ríos son espejos inquietos,
los amores tablas quebradizas en medio del mar,
tu mirada la salvación, la perdición y esa costumbre de estar demasiado lejos y demasiado cerca.
"De un hombre que cabecea, entonces, ¿qué se puede esperar? Nada como no sea una hilera de fragmentos, espesos, en brutos. Que el mundo resplandezca en ellos, si uno de los modos del mundos es el resplandor" (Juan José Saer, "Carta a la vidente").
Una eterna nostalgia nos aguarda en cada esquina. Los instrumentos que ejecutamos: el lápiz que repta áspero sobre la hoja, un verso amanecido, las líneas que forman personajitos tristes.
Más allá, reflejos, los otros, uno mismo. Los sueños eternos, las revoluciones que no haremos, las vidas que nos serán negadas.