había



por juan de y celeste eme

Había animales invisibles en sus ojos, en la pupila latía la sombra azul de un viejo caballo, en sus párpados, una mancha semejaba un tigre; la boca ardía de amarillos pingüinos que corrían por escaleras viudas. Su geografía, su mundo, él como receptáculo mudo de formas que anidaba como cuerpos, como todos otros que se escabullían de la mirada ajena, de esa cosa que robaba, y su corazón es una licuadora de mares obscenos, crepusculares mares de botellas sin pergaminos.

Sus vestiduras inexistentes y asimétricas, las marcas del tiempo que expresaba cierta lentitud del mundo; la suma de seres, sólo al final, formó una clase de animal. Pero era un hombre muerto en si misma.

1 comentario:

mge dijo...

Me gusta cómo usás las adjetivación, cómo unís palabras que no tienen nada que ver.

Yo procuro hacer lo mismo cuando escribo... la cabeza te hace cortocircuito cuando lees algo así.

Saludos.