aventurista


Bajo una estación antes -para sorprender(me)-; después finjo un poco de indiferencia hacia los comentarios de Carlos acerca de la necesidad intrinseca que tiene de desarrollar y escribir historias (siempre) intrincadas, atrapantes y kilométricas; "La aventura é finita", me recuerda Carlos; plantea mundos dispares, donde los cruces son ley, donde la superposición quiebra un poco las jerarquías, donde el conserje es un Dios menor, donde el escritor, un pobre tipo; Carlos pide una bebida amarga, típico gesto que repite cuando me viene a visitar; es un bar, esto, me dice; en donde vive Carlos no hay bares, sino confiterias y gente con demasiadas cosas que perder; ahora piensa otra historia: tiene conspiración, próceres que se cagan a trompadas, viajes a ningún lugar, personajes solitos, héroes que no se afeitan por las mañanas; me dice que ha optado por cierto cinismo en las relaciones con las mujeres; "Me sorprendes", le digo; vamos al Museo a contemplar, luego caminamos, yo saco fotos; en Ghandi hablo con una mina que quería comprar algo de Saer -descaradamente recomiendo cosas que no he leído, invento alguna anécdota de un tío mío con Saer en un aeropuerto para atraerla; la chica apenas deja una sonrisa y se pierde por Corrientes-; volvemos a casa, tomamos cerveza, hacemos on line un cadaver exquisito con Gus -un admirado artista-; después describimos al mundo en forma maravillosa, recordamos las bellas mujeres que nos han quitado el sueño y el día va apareciendo en el cielo, nada más.

1 comentario:

nanalandya dijo...

Me encanto Juan! Mas no voy a escribir, ya sabes los motivos.