1 La noche en Buenos Aires era húmeda. Pasamos junto al Británico y luego ingresamos al Centro Cultural Torcuato Tasso, donde nos aguardaba la magia del músico Dino Saluzzi.
Nos ubicaron en una mesa del costado del pasillo, a mitad de camino entre el escenario y la barra del fondo, donde mozos y apurados comensales buscaban a tientas el baño. Antes que L.P. ordenara una botella de vino, fue hasta la mesa que estaba delante nuestro a saludar un conocido. El hombre tenía el pelo grisáceo y desordenado e iba acompañado de una mujer que estaba de espaldas a mí. Después de palabras de ocasión mi amigo volvió y pedimos de beber. El show estaba por empezar.
2 Bajaron las luces, se hizo un breve murmullo y Saluzzi entró en escena. Antes de comenzar a tocar, agradeció a los presentes, al sonidista y a Ludovica Squirru, que estaba con el hombre del pelo grisáceo en la mesa delante de nosotros.
3 El recital se desarrolló por los carriles a los que nos tiene acostumbrados el bandoneonista Dino Saluzzi. La fusión de tango, de folklore y de jazz se hizo sentir en el ambiente. Por tratarse del Tasso, predominó el tango entre las interpretaciones, pero no faltaron chacareras, pero tampoco relatos sobre el exilio, bromas y un pequeño homenaje a Gardel.
4 Un largo aplauso como despedida. Afuera, la noche seguía siendo húmeda. Quizás era el empedrado, los edificios viejos o la luz amarillenta del Parque Lezama, pero San Telmo tenía un aire melancólico de noche. Nos fuimos caminando despacio por Defensa, hablando de música, buscando la aventura de la vida.