
El ruido de los tinglados en los días de lluvia, las calles desiertas, los primeros amores.
Cosas que se dejan cuando uno se va del pueblo.
Luego, sólo quedan como palabras, como imágenes borrosas, como conversasiones en la sobremesa.
"De un hombre que cabecea, entonces, ¿qué se puede esperar? Nada como no sea una hilera de fragmentos, espesos, en brutos. Que el mundo resplandezca en ellos, si uno de los modos del mundos es el resplandor" (Juan José Saer, "Carta a la vidente").
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