Se ha dicho que el mar es inmenso; se ha dicho que los hombres descorazonados habitan moradas tristes y neblinosas.
Se han callado los atardeceres y los poemas que se escriben llorando.
Nos hemos callado nosotros, hasta ahora.
"De un hombre que cabecea, entonces, ¿qué se puede esperar? Nada como no sea una hilera de fragmentos, espesos, en brutos. Que el mundo resplandezca en ellos, si uno de los modos del mundos es el resplandor" (Juan José Saer, "Carta a la vidente").
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