Causas y azares


Era un hombre de la noche, que caminaba por callecitas solitarias y leía en la barra de los bares del centro. Llevaba el ceño fruncido y un cigarrillo negro colgando de su boca; ésa era la máscara que había construido durante años.

Desengañado y huraño, sólo supo cosechar amores turbios y huidizos. Una rubia platino, una traición y la irremediable resignación de un amor imposible.

Siempre al borde del cinismo, siempre al borde de cierto romanticismo, Marlowe no puede dejar de buscar causas perdidas, como los amores, como el destino de los hombres buenos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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