un cross a la mandíbula

“He notado que hace rato no pones nada bueno en el blog”, dijo L.P. al tiempo que hojeaba un diccionario griego. Intenté explicarle que era complicado escribir a diario algo que valiera la pena leer. La inspiración era un bien escaso, que se cotizaba caro en el mercado. “No es excusa”, susurró y citó toda una serie de autores que habían escrito miles de páginas sin las comodidades de las que yo (“vos” dijo L.P.) disfrutaba: procesador de texto, acceso a libros de todo el mundo con un click, internet, impresora y esas cosas.

Luego se levantó de la silla, tomó un libro de tapas amarillas y estuvo un rato leyendo en silencio.

–Crearemos nuestra literatura no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierren la violencia de un cross en la mandíbula –dijo al fin L.P. que había dicho Arlt.




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